Abusos en la gestación subrogada
Abusos en la gestación subrogada
Es claro que la práctica ha demostrado que se han producido abusos y
vulneraciones de los derechos jurídicos no sólo con las madres sino también con
los niños nacidos.
Algunos niños son abandonados sobre todo en el caso de las
gestaciones en las que en lugar de un niño vienen dos mellizos o gemelos por lo
que la familia contratante se echa atrás o elige tan solo uno de ellos, ni qué
decir también ocurre que algunos niños son abandonados si nacen con alguna tara
o enfermedad.
Los vientres de alquiler no deben regularse en ningún caso
por la explotación y abuso que implican, pero tampoco podemos dar la espalda a
la posibilidad de que haya mujeres que deseen gestar para otros sin ánimo
comercial y bajo un estricto marco legal que no les reste autonomía. Admitirlo
conllevaría regular la gestación por subrogación, una práctica que a día de hoy
nos parece anti-natural, como en su momento nos lo parecía
la reasignación de género, la interrupción de un embarazo, la fecundación in
vitro o los trasplantes de órganos. En todos estos casos, el bien jurídico
último a proteger es la dignidad de la persona, pero en todos ellos se ha
comprobado que es mucho mejor regular antes que dejar esos vacíos que
aprovechan sin escrúpulos "las leyes de los mercados" ante los deseos
de quienes pueden pagárselos, aunque sea a costa de las vidas de los más
vulnerables.
Para lo que sí tiene sentido la regulación es para
reconocer la posibilidad legal de que una mujer geste una criatura
"por solidaridad" para quienes no pueden. En petit comité hay
mujeres que valoran esa opción a favor de otras mujeres y hombres de su entorno
cercano cuando entre ellos existe un vínculo emocional. Es paternalista pensar
que una mujer, por el solo hecho de serlo, no tiene capacidad para decidir.
También lo es sacralizar la experiencia del embarazo como
si fuera igual para todas o hablar de ello solo como una práctica de riesgo,
como si la mujer no fuera capaz de discernir a qué situaciones quiere o no
exponerse cuando actúa desde su propia autonomía. De hecho, hablando en
términos de libertad y vulnerabilidad social, puede ser mucho más libre una
mujer que decide gestar para otros sin mediar lucro que aquella que da a su
hijo en adopción. Paradógicamente, no se han escuchado las voces del feminismo
alzarse a favor de esas madres biológicas que renuncian forzosamente a sus
hijos fruto de las situaciones de pobreza y desigualdad que viven en sus países
de origen y también en España.
Hay que hablar por lo tanto de esa gestación por
subrogación que englobe un enfoque de derechos de la mujer gestante y permita
frenar la actual intermediación de agencias y empresas privadas cuyo único
objetivo es lucrarse. Hacerlo, persiguiendo la explotación que conllevan los
vientres de alquiler, podría representar un avance en el empoderamiento de la
mujer sobre su cuerpo y en la creación de unidades familiares que se alejan de
los modelos tradicionales de familia.
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